lunes, 4 de mayo de 2015
sábado, 2 de mayo de 2015
El Condómino Maldito, el hábitat de los Socialistas sin Cabeza. (Un símil sobre nuestro Estado)
Imaginemos el preludio de
esta historia…: trabajamos y con mucho esfuerzo hemos ahorrado; nos encontramos
alegres, porque pronto, luego de varios años vamos a ser dueños de un hogar –un
pequeño apartamento tipo estudio, la materialización de nuestros sacrificios y
privaciones-. Pero luego de mudarnos, y traer nuestras cosas, -cual película de
terror-, despertarnos en el “condominio maldito”. El cual gracias a la legislación
socialista, es bastante parecido a muchos condominios de nuestro país.
Al amanecer, nos damos
cuenta que nuestra anterior felicidad, fue un sueño. No estamos allí por propia
voluntad, la verdad es que estamos obligados a vivir en este lugar, bajo unas
raras condiciones, en razón de un imaginario y contradictorio pacto que no
suscribimos.
En el condominio maldito, al
vigilante de la entrada, poco le importa que entren intrusos o delincuentes a
nuestro hogar; él está siempre más interesado en vigilarnos, incluso hace
preguntas sobre dónde compramos la comida, cuánto nos costó. O por qué no
llegamos a dormir la semana pasada, y qué era “ese” olor que sintió la otra noche....
Luego de interrogarnos, de
modo socarrón nos dice: “simpática la tipa del 4F, pero no tanto como su mujer…”,
por lo que lamentamos, no vivir en una sociedad más “atrasada”, en la que sea
posible cegarlo y cortarle la lengua, o simplemente hacer un colador de él.
Pero lamentablemente en el
condominio maldito están reguladas las armas: no las podemos tener en nuestras
propiedades, menos portarlas en las áreas comunes y ni hablar de usarlas contra
alguien que sea la autoridad, aunque nos haya gravemente ofendido. Cuando salimos,
el vigilante maldito, de condómino maldito incluso está facultado para decirnos:
“No llegue después de las 9pm”.
Este homínido, tiene su
equivalente en el Estado, y se le acostumbra a llamar funcionario de policía;
casi siempre tiene una configuración básica, la que es una mezcla de
delincuente con fanático de alguna religión atrasada (configuración a la cual a
veces se le puede instalar como accesorios, valores individuales como el
heroísmo y el sacrificio, sobre todo si se va a emplear como guardaespaldas de
alguien “importante”).
Para hacer mejor su trabajo,
el vigilante cuenta la colaboración de la conserje. Quien en el condominio
maldito, en vez de cumplir con sus obligaciones naturales –limpiar y mantener
en buen estado las cosas del edificio-, prefiere servir de psicoterapista
educativa, consejera matrimonial o cuidadora de niños.
En este condominio, pese a
que la conserje no limpia en la áreas comunes, el administrador ha decidido: 1.-
que ésta también limpiará los apartamentos –lo cual hará deficientemente o
simplemente no hará- y 2.- que además sus propietarios tiene prohibido hacerlo;
quienes por el contrario y absurdamente deberán participar activamente con la
conserje en la limpieza del edificio. (En todo caso, el administrador está
pensando en crear una vice-conserjería)
Cuando, vas de salida, varios
vecinos te dicen que: como tienes un carro grande, y trabajas por tu cuenta –lo
que según ellos significa que no tienes la obligación de llegar temprano a
ninguna parte-. Debes –porque el administrador lo ha ordenado en nombre de la fraternidad-,
llevar a sus hijos a la escuela. -Luego no tardas mucho en averiguar, que el
administrador consiguió ser electo con los votos de “esos” vecinos-.
Al llegar en la tarde, te
encuentras con un acta de asamblea de condominio, la cual se celebró secretamente
y sin tu participación, mediante la que se le dieron “poderes habilitantes” al
administrador –un sujeto que trabaja como asesor en el ministerio del poder
popular para la felicidad de las flores y la preservación de los cometas, a
quien bautizaremos como el socialista sin cabeza-. Le comentas el hecho a tu mujer
y al vecino de al lado, el cual supuestamente también anda medio arrecho como
tú; pero ambos te dicen que: es mejor no preocuparse, dejar eso así, que la
situación se arreglará en el futuro y que en unos meses habrán elecciones.
Pero a la siguiente semana,
encuentras una disposición del administrador -con rango y fuerza de asamblea de
propietarios-, mediante la cual se aumenta la contribución para los gastos
comunes, (pero sólo a las personas con ingresos altos), -categoría de la que tú
formas parte, según la información aportada al administrador, por el vigilante,
la conserje y otros vecinos cooperantes de la contraloría social del condominio
maldito-.
Dichos fondos adicionales supuestamente
serán utilizados para el desarrollo integral del condominio, con lo cual tu
conjunto residencial se convertirá en un
edificio potencia en la ciudad.
No obstante, el edificio
empieza a parecer una pocilga y la entrada se convierte el refugio de los
huelepegas de la calle. Sin embargo, el presidente de la junta de condominio
que se encuentra desempleado, logra ponerle el motor que le faltaba a su carro,
y la mujer del administrador se implanta 600cc en cada teta.
El resto del dinero se usa
para reformar la imagen del condominio, es decir: los avisos, los letreros y
papelería con un nuevo logotipo. Además, con un préstamo se financia una gira
del administrador por unos condominios en la Isla de Margarita; la cual se
realiza para celebrar unos convenios de cooperación inter-condomiales y además
obtener nuevos préstamos de condominios aliados.
Pese a estar desempleado y
haber puesto en funcionamiento su vehículo –y ser un hombre de alta
sensibilidad social-, el presidente del condominio maldito, -por razones de
seguridad- no lleva a nadie en su carro. Pero, para aliviar la situación de los
vecinos ha decidido regular el precios de los taxis que entren al edificio; por
lo que ningún taxi ha vuelto a pisar el lugar y ahora hay que caminar cinco
cuadras antes de poder tomar uno.
Dada la situación, un buen
día decides que te quieres ir, y pones a la venta tu apartamento. (Ya que supuestamente
forma parte de tu patrimonio), pero no hay quien quiera vivir allí y nadie te
lo quiere comprar a menos que sea a un precio muy bajo; aun así, encuentras a
un comprador.
Sin embargo, resulta que el
condominio maldito te dice que no lo puedes vender, sino: a un precio –justo- incluso
más bajo al que has negociado; a quien el administrador te diga y que además te
van a pagar con “condominiales fuertes” una moneda que el administrador imprime
fotocopiando billetes de monopolio y que además sólo se puede usar en el
edificio, para comprar la escasa comida regulada que hace la conserje y unas
artesanías que elaboran unos hipies que “okuparon” el apartamento de un infeliz,
que decidió irse antes que tú.
Aun así, decides mandarlo
todo al carajo, y ya que aun tienes unos ahorros, igual te vas y escapas. Pero un
buen días en tu nuevo lugar, oyes unos acordes de guitarra que te recuerdan una
canción que “alguien” oía. Luego ves bajo la axilas de alguien un libro que se
parece a un libro que “alguien” leía. Por último escuchas a alguien decir que:
“la solidaridad es una obligación…”, asimismo como “alguien” decía.
Entonces te das cuenta que
su presencia… es fuerte en las mentes de los que tienen miedo a la
responsabilidad de ser libres… y que no importa el lugar… es fácil que todo
vuelva a empezar...
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