El Socialista sin Cabeza, volver a lo Esencial.
El Socialista sin Cabeza,
se encontraba en una neblinosa meditación, aunque él, de seguro habría
preferido calificarla más bien de: “profunda”. Esta reflexiva des-ocupación era
el producto de su reciente periplo por los mercados “regulados” donde todo
escaseaba y por los mercados “negros” donde su dinero no valía nada. En aquel
momento, había sentido que su salario -un fajo de crujientes billetes de máxima
denominación- se descomponía en el bolsillo de su pantalón. (Una visión extraña
para lo que esencialmente era papel y tinta; como su querido y también
fiduciario librito azul.
Pudo su mente –quizá- estar
cerca de formular una biológica “Teoría General sobre la Putrefacción del
Dinero”. Lo cual seguramente habría servido para demostrar lo falaz, del
argumento de los economistas de derecha: de que aquel dinero era inorgánico.
Pero solamente el título de la dicha teoría era sospechosamente contra
revolucionario, y no iba a ser él quien colaborase con los que conspiraban
contra la “casi” plena felicidad.
Pero de aquello hacia ya
un par de días, y ahora era ahora. Su optimismo, pues, estaba restablecido y de
él había surgido la filosófica y contundente sentencia: “Hay que volver a lo
esencial”. Pero ¿Qué era volver a lo esencial?: “ser radical”, “volver a la
raíz”, “no depender”; recordaba que era lo que decía el Supremo Camarada.
Todos los inferiores
camaradas con los que el acostumbra a compartir impresiones sobre los avances
de la revolución, le habían dicho al escuchar su idea: -tú lo que quieres decir
es que: “hay que volver al monte”.
Pero el Socialista sin
Cabeza prefería una expresión menos vegetal. Y “esencial” era el vocablo
correcto ya que tiene -a diferencia de “monte”- la cualidad de ser sustantivo y
adjetivo a la vez.
El problema con los
camaradas inferiores, es que solo dicen: “hay que volver al monte”, pero de las
altas dosis de nicotina y cafeína que consumen, no germina nada más; solo
frases como “hay que volver al monte”. A diferencia de sus demás camaradas
inferiores, al Socialista sin Cabeza, le agobia que las ideas no se desarrollen
o que no se transformen en proyectos. (Sin embargo, el que las ideas luego no
fructifiquen en la práctica, es algo que no le causa mucha angustia).
Fue así que, luego de
lo que se llama un “ir y venir”, un día le dijo a su mujer:
-“Hay que volver a lo
esencial”. A lo que esta inmediatamente le respondió:
- Ay mijo, tu y tus
ideas, ¿y eso qué es?
Pero como es harto
difícil que un lego use un lenguaje docto con otro lego. No le quedó sino más
que decirle: -Bueno… “Hay que volver al monte”.
-¿Y eso cómo para qué?
-¡Para no depender del
dinero…!
-¿Y eso cómo lo vamos a
hacer?, preguntó ella.
-Bueno… sembrando
nuestra propia comida, criando nuestros propios animales. Así no vamos a tener
que depender de los que siembra y crían animales para explotar a los demás.
Ella que como mujer
tiene mejor memoria, le recordó: -Pero cuando el Primer Combatiente dijo que
había que sembrar y criar en los patios y techos de las casas, tú no sembraste,
ni criaste nada. ¿Ahora qué te dio…?
El Socialista sin
Cabeza no respondió nada. Sin embargo ella le preguntó:
-Eso que tú dices: ¿sería
algo así cómo empezar de cero, volver a lo básico?
Pero como para el Socialista
sin Cabeza es difícil aceptar que alguien afeite sus rebuscadas palabras y
pueda expresar mejor sus ideas en un leguaje básico o más “esencial”. No le
quedó más que responderle, sino un lacónico:
-Algo así.
- Bueno…, (dijo ella)
sembrar desde cero, criar animales desde cero, y hacer una casa desde cero, va
a estar difícil; porque el último en tu familia que sabía la diferencia entre
una pala y un azadón era tu abuelo, y cuando se daña la electricidad y la
plomería… de la casa siempre viene el compadre. Así que, a él, que está vivo,
nos lo tendremos también que llevar al monte, para que nos ayude.
El Socialista sin
Cabeza, no supo si llevarse al compadre al monte, significaría romper con
aquello de “no depender de nadie”, o si eso sería el germen de algún tipo de explotación
en el futuro y en consecuencia la “esencia” de algún conflicto. (Todo parecía
complicado en el presente).
Pero esperanzado pensó:
en el devenir, la ciencia socialista, hará maquinas capaces de satisfacer
cualquier necesidad o en su defecto el “hombre nuevo” tendrá habilidades y conocimientos
tales que harán innecesaria o imposible toda explotación “del hombre por el
hombre” o la dependencia humana (Incluidas claro está: fabricar y reparar
dichas maquinas). Pero mientras tanto, estratégicamente –solo estratégicamente-
y en tanto la humanidad o por lo menos la patria traspasen el umbral de la
“Plena e Ideal Felicidad”, habrá que aceptar la perversa “división del trabajo”
y tolerar algo de explotación.
Así pues, el Socialista
sin Cabeza, siguió en sus pensamientos, sin darse cuenta de cuan esencial y
básica ya se había vuelto la vida, y al mismo tiempo de cuan dependiente era su
existencia.
El monte germinaba en
las grietas de la ciudad.
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